miércoles, 8 de junio de 2016

La cómoda autopista de las alianzas


En la izquierda mexicana, pasamos del pedregoso camino de la unidad a la cómoda autopista de las alianzas. En los setentas y ochentas lo complicado era sentar a dos grupos de izquierda, y que llegaran a acuerdos en tiempos terrenales, sin que las descalificaciones lleVaran al rompimiento de la conversación.

Hoy tenemos grupos y partidos que, al menos por su dicho y denominación, se ubican a la izquierda del espectro político de nuestro país, y que no dudan en aliarse con sus enemigos ideológicos de la derecha, para llevar al poder a personajes que apenas hace unos meses militaban en el partido enemigo histórico de la izquierda: el PRI. Y si la alianza no cuaja, entonces el partido de “izquierda” presenta como suyo a un político que tuvo que salirse el partido al que tanto se combatió en el pasado, por la sencilla razón que allí no le dieron la candidatura que el partido de “izquierda” sí le ve a otorgar; aun a costa de sus propios militantes, algunos de ellos con décadas de compromiso probado con las luchas sociales.

El argumento es que un partido de izquierda solo, difícilmente va a alcanzar el poder en las condiciones actuales; o que si lo lograra, no tendría capacidad de defender su triunfo. Los casos de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, y de López Obrador en 2006, parecen demostrarlo. Siguiendo una lógica muy acomodaticia, se concluye que la única manera de alcanzar el poder, a nivel local al menos, es con el apoyo de grupos ideológica o históricamente opuestos a los movimientos populares. Estos grupos pueden tener registro electoral, o pueden ser organizaciones asociadas tradicionalmente al PRI, o bien grupos de poder que apoyan a políticos de este partido, en relaciones de beneficio mutuo, no siempre aplaudibles.

Así, el PRD llevó a la gubernatura de Guerrero al secretario de gobierno príista, que estaba en el poder cuando la matanza de Aguas Blancas. Ahora, se lleva a la gubernatura de Quintana Roo, a un exmilitante del PRI, que dejó de serlo porque no lo nombraron candidato a gobernador en el partido en el que militó por tantos años. En Veracruz, se lleva al poder a un miembro de la familia Yunes, que hasta hace unos meses era parte del PRI. En ambos casos, es el PAN el que lleva la mano y se cuelga las medallas y, es de suponerse, se quedará con la mayor parte de las posiciones de poder en esos gabinetes estatales. Triste paradoja: Quintana Roo lleva este nombre en honor de un gobernador socialista. Hoy el PRD apoya al partido de derecha a llevar la ideología príista a gobernar este estado.


Acostumbrados a la comodidad que les preserva sus privilegios, estos modernos “izquierdistas” ya planean cómo armar una alianza con el PAN para las elecciones del Estado de México en 2017 ¿Quién será el candidato de esta alianza izquierda-derecha? ¿Algún perredista? ¿Un panista renombrado? ¿O un príista del grupo de Eruviel Ávila? Dada la experiencia de éstas y otras ya pasadas elecciones, es muy probable que ocurra la última opción.  A el grupo Atlacomulco le toca su turno y querrá llevar a Del Mazo a alguien de su estructura a la gubernatura. No faltarán los príistas que, una vez relegados por su propio partido, reciban la oferta de candidatura por la “izquierda” moderna, aliada con la derecha. Cualquier parecido con el momento que un grupo de mexicanos viajaron a Europa para solicitar a Maximiliano que fuera emperador de México, no es simple coincidencia. Es que la gente aprende de la historia lo que conviene a sus intereses. 

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