miércoles, 22 de diciembre de 2010

La economía se está recuperando

La mala costumbre de escuchar la radio mientras se maneja un automóvil conlleva, a la par del placer de exponerse a buena música, el riesgo de oír los anuncios comerciales. Optar por estaciones culturales o de gobierno no lo libra a uno de este peligro; antes, lo hace más grave pues los comerciales pueden ser oficiales. Porque la verdad es que hay algunos anuncios de empresas particulares que llevan detrás un buen trabajo de mercadotecnia y de publicidad, pues buscan ser agradables y llevar al radioescucha a la compra del producto promocionado. En cambio, los oficiales tienen el objetivo de ensalzar las virtudes de alguna acción gubernamental y, casi ineluctablemente, la del funcionario a cargo. Sujetos más a cuestiones de lealtad que a criterios de calidad, estos anuncios son regularmente malos, cuando no atroces.

Por ejemplo, el anuncio del Senado de la República en que una mujer gritaba histérica; o bien, los que dicen que “durante el gobierno del presidente de le república” se ha progresado mucho ¿Acaso se referirán al período de nuestra historia que inició con la caída de Iturbide? Porque desde esa fecha todos los que han gobernado nuestro país desde el poder ejecutivo han tenido el cargo de “presidente”, así lo hayan jugado muchas veces (como Don Porfis); o hayan llegado a él por la vía de las armas o por la de la traición (Victoriano Huerta, alias “La Cucaracha”); o gracias al “haga sido como haiga sido” (Felipe Calderón)

¿O se refieren a los cuatro años que ha estado en el poder Calderón y, para no violar las leyes de manera tan descarada y promocionar su pobre imagen, sustituyen su nombre por el cargo? El caso es que en estos anuncios se llega al extremo de animar a la gente, de manera indirecta, a contratar créditos inmobiliarios porque “la economía se está recuperando”. Además de la irresponsabilidad de invitar a la gente pobre a endeudarse, se promociona una realidad inalcanzable para la mayor parte de los mexicanos. El comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB) echa por los suelos dicha afirmación.

O quizás el gobierno federal tiene razón si lo que está midiendo no es la creación de riqueza, sino la cantidad de transacciones económicas. Veamos: la delincuencia organizada ha crecido de manera vertiginosa, ampliando sus líneas de negocio y movilizando grandes cantidades de dinero. Adquisiciones de vehículos de lujo o blindados, de bienes inmuebles y de voluntades deben estar incidiendo seguramente en esta métrica, pues son muchas transacciones económicas, muchas de ellas de magnitud inimaginable para 40 millones de compatriotas que viven en la extrema pobreza.

Incluso el ladrón vulgar y silvestre que otrora sacaba de manera subrepticia la cartera en el tumulto de un autobús, hoy roba teléfonos móviles (mal llamados celulares) a bordo de un auto del año y con pistola automática de alto calibre. Estos bienes debieron ser adquiridos por el ratero o por sus jefes, añadiendo transacciones económicas. La víctima, que requiere del teléfono, compra otro; lo que implica una nueva transacción económica. El delincuente vende el teléfono, paga su cuota a la policía y al cartel que manda en esa plaza, compra droga y la cuenta de un antro con lo que le sobra: ¡más transacciones económicas! Días después, un tipo más pobre y con poca consciencia de lo que está haciendo comprará el teléfono robado en un tianguis, cooperando de esta manera a que la economía “se recupere”.

Si éste es el concepto de recuperación de la economía que se maneja en los comerciales de Felipe Calderón, los publicistas tienen toda la razón: la economía se está recuperando gracias a las numerosas transacciones económicas ejecutadas: por el crimen organizado, o bien por sus víctimas y clientes.

Entonces todo se aclara y resulta que el gobierno federal sí tiene una estrategia y la guerra contra el narcotráfico que ha devenido en mayor poder para el crimen organizado no es un error: es la única manera en que este gobierno puede hacer algo por la economía del país, dada su incapacidad ostensible de generar las condiciones adecuadas para el crecimiento y la distribución justa de la riqueza.