domingo, 25 de junio de 2017

La Unidad de Izquierda; Entre 2017 y 2018.


Las recientes elecciones de 2017 en varios estados de la República Mexicana tienen implicaciones en las de 2018, por razones de causalidad y de secuencia en el tiempo. Por ello vale la pena analizar las posibles consecuencias de los resultados; particularmente los del proceso del Estado de México, bastión del partido oficial y considerado “laboratorio electoral” por diversos analistas.
De acuerdo a las autoridades electorales, el PRI venció a Morena por un margen minúsculo, el 3%. El punto es que para lograrlo, y esto no lo van a decir el IEEM ni el INE, invirtió una cantidad de dinero enorme y recurrió a todas sus técnicas y tácticas, tanto de convencimiento (porque hay gente que vota convencida por este partido), como de compra de votos y de fraude electoral entre lo que podemos citar de manera enunciativa y difícilmente limitativa los siguientes hechos:
·         Mítines con músicos populares,
·         Publicidad pantagruélica,
·         Dispendio en la distribución de bienes para la compra del voto, como tinacos, despensas y tarjetas de lealtad,
·         Pago por permitir exhibir propaganda en casas habitación,
·         Campañas de engaño, de miedo y de odio,
·         Acarreo de votantes,
·         Pago por inasistencia a representantes de casilla Morena,
·         Albazo del IIEM para declarar ganador a del Mazo a partir de un conteo rápido sin una muestra estadísticamente válida
·         Suspensión de la apertura de paquetes electorales, cuando la tendencia de este proceso apuntaba a una victoria de Morena,
·         Y un largo etcétera, documentado por los medios.
Se trata de un costo muy alto para una ventaja tan exigua, que ni siquiera es convincente pues aún está en duda en la mente de muchos ciudadanos. Más aún, ni este gasto descomunal le permitió ganar oficialmente en los municipios conurbados, en los que los ciudadanos optaron por Morena, PRD y PAN, en orden de votos obtenidos. Nuevamente, la fuente de votos para el PRI fueron las poblaciones rurales, hundidas en la pobreza y sometidas por los caciques y por el crimen organizado.
Por lo que toca al PRD, efectivamente se alzó de un 8% de preferencia electoral que le daban las primeras encuestas al casi 20% de votación reconocida por el IIEEM. Este partido trató de vender publicitariamente este incremento dentro de la campaña como un crecimiento más allá de este pequeño lapso. No se dijo, por ejemplo, que en realidad el PRD decayó del 25% obtenido en 2005 al 20% en este año. Tampoco se mencionó su decrecimiento interno, tanto cualitativo como cuantitativo, pues un alto porcentaje de sus cuadros, militantes y simpatizantes en el Estado de México se han pasado a Morena. No obstante, como un ejercicio de técnicas de autoayuda, el PRD se trata de convencer en lo interno de que no le va tan mal y de que aún es un partido fuerte.
Aunque se emita la constancia de mayoría de Del Mazo, como todo indica, Morena ha conseguido un avance importante, logró poner en aprietos al PRI y lo obligó a hacer uso de todo su herramental y, es la palabra más apropiada en este caso, de todo su arsenal electoral. En otras palabras, lo forzó a mostrar todo su juego; de tal manera que pocas estratagemas le quedan al PRI para el 2018. Adicionalmente, Morena alcanzó estos resultados en su primera participación electoral en la entidad, y sin recurrir mucho a la estructura local que abandonó al PRD. Por lo que toca a su relación con el resto de la izquierda, Delfina Gómez obtuvo la declinación del candidato del PT. Si este apoyo tardío se hubiera dado antes y los desinformados y despistados que votaron por el PT el día de la elección, lo hubieran hecho por Morena, quizás hubiéramos visto otra historia: una victoria de Delfina, o un fraude más agresivo.  
Las consecuencias de estos resultados pueden ser muchas, pero las más probables son las siguientes:
  1. El PRI aprovechará el Estado de México como fortificación para el 2018. Muy posiblemente veremos programas sociales en abundancia y utilización del erario y de otros recursos públicos locales para apuntalar las campañas políticas de 2018. No olvidemos que ya han sido denunciados por Álvarez Icaza, de usar el sobreprecio de las cuotas de peaje para sus campañas políticas.
  2. Si bien no contamos al PAN en los párrafos anteriores debido a sus pobres resultados, salvo por algunos municipios, sí participó y jugó a perder. Como buenos empresarios que le venden al gobierno, pudieron haber trabajado como en una licitación amañanada en la que presentan una propuesta perdedora que beneficia al ganador, para después poder negociar. No dudemos que en breve negocien con el PRI algunos beneficios para 2018 por este favor ¿Viene de nuevo la “alternancia” en el poder? No lo podemos descartar; menos aun cuando han anunciado su alianza con el PRD.
  3. EL PRD puede creerse su autoengaño, imaginar que creció en el Estado de México y evitar los tortuosos, laboriosos y difíciles caminos de la unidad de izquierda. Puede continuar solo en algunos procesos, o vender su posicionamiento en el mercado político al PAN o ¿por qué no? a una alianza PRI-PAN-PRD, que ya no suena tan descabellada.
  4. Morena también puede creer que no necesita del resto de la izquierda. En una secuencia no muy lógica, pero sí muy nutritiva del ego partidista, podrían pensar: si le ganamos al PRI (o al menos casi) en su propia casa y contra todas sus artimañas, y sin el apoyo del PRD y otras organizaciones también autoclasificadas como izquierda, quiere decir que con un poco más de esfuerzo y el apoyo de pequeños grupos como el PT, puede ganarse la presidencia en 2018!


Desde la perspectiva de izquierda, y sin detenernos por ahora a juicios de pureza, son sumamente preocupantes las lecturas que el PRD y Morena hagan de este proceso electoral local. Que ambos alimenten su tradicional soberbia, su sobredimensionada imagen, y lleguen separados a las elecciones de 2018. Que Morena olvide que la suma de votos con el PT luce alta en el Estado de México, pero que está muy por debajo del PRI a nivel federal. Que el PRD siga su ruta pragmática de ganar elecciones como dé lugar, incluso aliándose con su antípoda ideológico para llevar al poder a connotados políticos educados por el PRI, en procesos e los que sólo obtiene posicionamiento mercadológico. Que la izquierda llegué desunida al 2018 y se pierda la oportunidad ante una derecha que ya está negociando sus acuerdos para ese proceso electoral y para el sexenio que le sigue. Que nuevamente el pueblo y la ciudadanía quedemos fuera de las decisiones y que el país siga cayendo en esta debacle económica, social y cultural.
Falta ver lo que otros actores de este lado de la política nacional van a hacer en estos meses: el grupo de Cuauhtémoc Cárdenas, la propuesta de una candidatura independiente de Álvarez Icaza, y de los zapatistas; así como una gran cantidad de organizaciones y movimientos sociales que no están orgánicamente asociados a ningún partido.
Pero quedan muy pocos meses. Se requiere de un grupo que impulse y coordine un ejercicio de unidad entre los más de los actores para llegar con una izquierda unida a 2018. Algunos optarán por no entrar; es su derecho. Aunque, vale la pena recordar que el PRD y Morena son organismos sostenidos con los dineros del pueblo. No pueden evadir su obligación moral.
Que no todos son auténticamente de izquierda, lo sabemos. Tampoco lo eran todos en 1988, ni en la formación el PRD. Pero existe una responsabilidad histórica y todos los que sí se asuman como de izquierda químicamente pura deben responder a ella. No podemos dejar que la derecha siga en el poder en 2018.