sábado, 27 de diciembre de 2008

Marihuana y derechización

Las recientes propuestas anunciadas por el PRD, a nivel Asamblea del Distrito Federal y del Senado de la República, para la legalización de la marihuana, han ocasionado una serie de reacciones que solo me confirman que vivimos en una sociedad cada vez más derechizada. Entendí sin mayor problema la oposición del PAN y de los grupos conservadores, pues parte de su ideología está basada en el control de los individuos, aún en el ámbito de su propia intimidad, del uso de su propio cuerpo. Son las mismas corrientes que antes, y quizás ahora, consideraban delitos la homosexualidad o el coito anal; éste último, aún dentro de un matrimonio heterosexual.
La posición del gobierno de derecha es muy pragmática y su alcance es muy interesante, pues para que una persona no vaya a la cárcel por consumir marihuana, debe declararse adicto. Fieles a su adoración sistemática de lo gringo, la propuesta de Calderón solo copia esquemas estadounidenses, retomando la propuesta de su antecesor, Vicente Fox, el de los chistes involuntarios.
Respecto de la propuesta anunciada para la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, el jefe de gobierno actúa en consecuencia con sus ideas conservadoras. Qué tenga ese puesto en virtud de haber sido el candidato del “partido de izquierda” es una cosa, que él cambie su ideario es otra. Militante priísta en los años de Salinas de Gortari, promovió la asesoría del ex alcalde conservador de Nueva York, Rudolph Guliani, para la aplicación en la Ciudad de México del programa “Tolerancia Cero” que se enfoca a atacar a los pobres, sean delincuentes o sospechosos de serlo. No hay que olvidar que durante la período de Guliani en la ciudad de la manzana, se rompió record en la violación de los derechos humanos; los casos más atroces difundidos por la prensa fueron el asesinato de un negro con tan sólo catorce balazos por sacar de manera “sospechosa” su cartera, y la violación con macanas de policías de varios salvadoreños indocumentados en las mismas oficinas de la policía. La ideología de Marcelo Erbrad ha quedado bien manifiesta con hechos como la vejación y el homicidio masivos de jóvenes en el operativo “News Divine”. Por estas razones, era obvio que se iba a manifestar en contra.
Un poco extraña para la izquierdista bandera que enarbolan, pero explicable desde la perspectiva inmediatista y electorera, es la posición de Izquierda Unida que por joder a “Los Chuchos” se opuso a la propuesta. El problema de la propuesta de Victor Hugo Círigo, asambleísta por el PRD y miembro de Nueva Izquierda es que utiliza argumentos equivocados. Por una parte, dice que la legalización golpearía las finanzas del narcotráfico. Claro que no sería así, simplemente se les quita una línea de negocio, en el mejor de los casos se les reduce el espacio de rentabilidad, que si bien sería un beneficio, no justifica plenamente legalizar la marihuana. También dice que reduciría su consumo; si bien esto es posible, no hay garantía de que así sea. Hay razones más importantes, pero las desconoce o prefiero evitarlas.
Y luego Rene Arce, de la misma corriente de Círigo ha anunciado una propuesta en el mismo sentido pero con algunas variantes. En la primera están prohibidas la importación y la exportación de la yerba; en la segunda, el gobierno puede llevar a cabo estas actividades. En la primera hay límites para el consumo. La segunda parece chiste: obliga a los consumidores a tramitar una credencial que se use para la compra de la droga. Me recuerda las credenciales de cartoncillo que vendían cerca de la prepa y que identificaban al portador como “consumidor autorizado”, “adicto” o de plano “pacheco”. En esto coincide con la propuesta foxista, hoy resucitada por Calderón. Si alguien quiere fumar yesca, debe colgarse su etiqueta de drogadicto. Confío que esto no se vaya a extender al alcohol y cada Sábado tenga que mostrar mi credencial de “Adicto al Vino Tinto” para mis compras semanales de “Casillero del Diablo”.
Tanto Calderón (Fox) como Arce buscan un esquema similar al que el gobierno mormón de Provo, Utah (EE UU) utiliza para el alcohol, en el que el gobierno es el único proveedor autorizado y para beber en un bar, se debe ser “socio”; es decir susceptible de ser auditado por el consumo. Siento escalofríos sólo de recordar los kilómetros y kilómetros sin una licorería y decenas de tiendas de armas.
Ya que el PRD, y hasta los de Nueva Izquierda, que tanto se creen su nombre, se ubican de ese lado del espectro político, juguemos a colocar los posicionamientos en torno a la legalización de la marihuana en una recta de izquierda a derecha. Muy cerca del centro, tantito a la derecha está la propuesta anunciada en la Asamblea del D.F. A la derecha porque los argumentos son además de débiles, del lado conservador: legalizarla para que no la fumen. Un tufo moralista como el la iglesia católica que decía a la juventud que dios nos había dado libre albedrío y un cuerpo maravilloso, para que no usaran ese cuerpo. Arce se va más hacía la derecha y propone etiquetar a los consumidores, lo que permitiría no solo controlar la comercialización de la marihuana, sino también a los usuarios. ¡Qué bueno que estos políticos no defendieron la liberación sexual de los setentas!
Y más a la derecha están el PRI, el PAN, la iglesia protectora de pederastas y personajes entrevistados por Proceso hace unas semanas. En el artículo “Si se legalizara ..” publicado por la prestigiada revista, se entrevista a varios personajes que, salvo Círigo, coinciden en que la cannabis debe permanecer en la ilegalidad. Uno de los personajes ostenta un título en psiquiatría y entre sus trabajos más relevantes está el de Director de un penal donde los presos son vigilados continuamente y tienen prohibido masturbarse, el Penal de la Palma o “Almoloya”.
También entrevistan a una chica que afirma, sin citar fuentes, que está demostrado científicamente que la marihuana destruye neuronas. Con las reservas de no tener la fuente “científica” de tal afirmación, dudo que la yesca mate más células cerebrales que los inhalantes volátiles como el limpiador de computadoras, el tíner o el pegamento de contacto, tan de moda hoy en los estudiantes de secundarias particulares. Incluso, dudo seriamente que al menos inhabilite más áreas del cerebro que una rutina de cuatro horas de televisión por día, tiempo promedio que pasa un mexicano frente a la otrora caja idiota, hoy secretaría de educación en funciones.
A final del día nadie, ni los “izquierdistas” ni los defensores del individuo acceden a un argumento central: el derecho del ser humano a decidir sobre su propio cuerpo. Esta idea ya fue manejada por los partidarios de la legalización de las drogas blandas en los años setentas, pero ahora es rehuída por los políticos pues, además de la libertad para consumir vino tinto o marihuana, abre la puerta a otros movimientos liberadores del individuo: el derecho al aborto, al libre ejercicio de la sexualidad, a elegir la profesión a la que nos dedicaremos; en suma, a la libre elección y construcción de nuestras vidas. Algo que se repite mucho en los libros de autosuperación pero que en la práctica es abominado por la clase política.
En pleno siglo XXI, esta idea es calificada como libertinaje y degradación moral por el establishment, al que se ha incorporado cómodamente la “izquierda”. Pareciera que no hubieran pasado casi ciento cincuenta años de que un indio oaxaqueño definiera con precisión jurídica el límite de la libertad individual: “el derecho al respeto ajeno es la paz”. O más coloquialmente: mi libertad termina donde empieza la tuya, y ambas libertades miden lo mismo.
Todo lo contrario, estamos en un proceso de derechización que restringe día a día las libertades del individuo: el ejército en las calles, etiquetamiento de los seres para ejercer su libertad (violada, si quieres abortar; adicto, si quieres fumar; pobre, si quieres estudiar). Solo el excandidato presidencial del PAN, Fernández de Ceballos, lucha por la libertad de los que gustan de generar monóxido de carbono y alquitrán para arrojarlo a los sentidos de los que pretenden degustar su comida mientras ellos fuman.