lunes, 19 de noviembre de 2007

EL ADEFESIO DE REY

El reciente altercado entre Hugo Chávez, Presidente de Venezuela, y Juan Carlos, Rey de España, nos deja una visión, no por remota menos importante, poco alentadora de cómo es que algunos (espero que muy pocos) peninsulares siguen percibiendo a los habitantes de esto que sus antepasados creyeron Las Indias.

Para el anecdotario quedan algunas faltas al protocolo diplomático ejecutadas por un militar al que conocemos por su rijosidad, el de un político que se dice de izquierda pero defiende a los de derecha, y el de una figura gratuita (que no gratis para el erario español). Bueno, en sentido estricto la de Zapatero no es una falta sino una extrapolación falsa y exagerada: cuando Chávez llamó fascista a Aznar, en español plano y sencillo le estaba diciendo fascista precisamente al expresidente español, y no a todo el pueblo español, que por cierto, en más de un cincuenta por ciento, se manifestó en contra de este tipo durante las pasadas elecciones. En cambio, las increpaciones de Chávez sin esperar a que Zapatero acabara su intervención sí son una falta al protocolo diplomático. Por su parte, la intervención de Juan Carlos no solo es también una violación al protocolo; es también una demostración explicita y clara de que ese señor no se ha dado cuenta de que para él (parafraseando ese tango maravilloso) trescientos años no es nada y de que las guerras de independencia no han tenido efecto alguno.

La expresión fue en tono de orden y quizás no sepa este monarca de adorno que él no tiene autoridad alguna sobre ningún mandatario latinoamericano. No importa que tan mal considere él lo que haga o diga un presidente de este lado, él no es nadie para emitir órdenes.

Si de veras Juan Carlos tiene alguna participación política, que fiscal sabemos que sí por lo que les cuesta a los españoles mantener a la corte, es preocupante que varios hechos de racismo estén ocurriendo en su territorio que solo revelan una peligrosa radicalización; sí, fascista. Contextualicemos para ver las cosas de manera sistémica.

Hace unas semanas un video nos mostró a un tipo golpeando de manera brutal a una joven ecuatoriana. Cuando le preguntaron el por qué, respondió lacónicamente que estaba borracho; es más, le preguntó al reportero si acaso él se acordaba de lo que hacía cuando andaba borracho. Como vomitarse o patear un perro en medio de la embriaguez; no merece mayor atención a los ojos de este imbécil el propinar semejante golpiza a una mujer latinoamericana.

En ese mismo contexto, hará unos días que se dictó sentencia contra la revista Jueves que publicó una caricatura representando al príncipe y a su tapatía esposa teniendo sexo, por haber tocado a esa clase suprahumana, semidivina de la realeza española; clase que por cierto le debe su posición no a sus habilidades políticas o guerreras (como en los cuentos de hadas), sino a la voluntad de un golpista, de un dictador que se apropió de España por cuatro décadas y expulsó de ese país a mucha de su intelectualidad. Lo más ofensivo de la caricatura no era la pareja teniendo sexo (porque la realeza también tiene sexo, ¿verdad?) sino el globo asignado al príncipe no tan valiente: “si llegas a quedar preñada, será lo más parecido a trabajar que he hecho”; porque ciertamente, ¡el príncipe nunca ha trabajado!

Antes me había enterado de que el presidente de Euzkera, el país vasco, será enjuiciado por haber conversado con un grupo político que busca la independencia de ese país. Y para rematar el cuadro, hoy leo que un grupo de jóvenes derechistas mataron a un antirracista. Y este escenario lo “gobiernan” un presidente de izquierda que defiende a los derechistas y un rey que cree que puede callar a un presidente latinoamericano.

Por cierto, tiempo es de explicar el título del blog. ¿Es Juan Carlos es un rey de adefesio? Etimológicamente sí:

Adefesio se dice, y así lo define el DRAE, de alguien o de algo ridículo o extravagante, así como de cualquier disparate, despropósito o extravagancia. Sorprendentemente, su origen debe buscarse en la carta de San Pablo a los efesios (habitantes de Éfeso, en el Asia Menor): Epistola ad Aefesios. No se trata, desde luego, de ningún irrespeto u ofensa a este escrito bíblico. A mediados del siglo XVI nació la locución adverbial ad efesios (el grupo ph original se transformó popularmente en f) con el significado, primero, de en balde, inútilmente, y, después, de disparatadamente. Todavía hoy el DRAE lo registra. ¿Explicación? Según la tradición cristiana, la predicación del Apóstol en Éfeso fue extremadamente difícil e infructuosa. Pablo recibió, incluso, un trato hostil. De ahí la idea de inutilidad (hablar ad efesios: predicar en desierto) y, posteriormente, de disparate y extravagancia. De la locución ad efesios provino, al inicio del siglo XVIII, el sustantivo adefesio[1]

¿Qué puedo decir? Que el rey (con minúsculas pues recibió el título de un dictador) Juan Carlos es un rey de adefesio; no solo es inútil, sino que además rompe con la escasa estética de la política internacional.



[1] Fernando Díez Losada; “Asombrosos cambios semánticos”; La tribuna del idioma

martes, 6 de noviembre de 2007

Fox y las neuronas

FOX Y LAS NEURONAS

Hacía el final del sexenio infausto de Vicente Fox llegué a leer en un periódico serio una declaración en la que se afirmaba que algunas personas cercanas al presidente se preguntaban si acaso este pintoresco político hubiera sufrido algún problema neuronal. Fiel a mi idea de jamás subestimar y mucho menos considerar imbécil al enemigo, juzgué disparatada y más bien rencorosa la declaración.

Si bien demostró desde el principio ser un analfabeta funcional, le atribuí una inteligencia emocional alta y la habilidad de estar en el lugar adecuado en el momento preciso. Pero conforme pasaban los días, Fox se esforzaba por demostrarme lo contrario y hoy ha llegado el extremo de mentir de manera por demás torpe en cuanto a su riqueza súbita e inexplicable (en un contexto legal), de insultar a periodistas extranjeros y hasta de pretender que se le llame presidente comparándose con figuras históricas como Benito Juárez. Ya no suena tan descabellado pensar que su inteligencia está muy, pero muy lejos de lo que esperábamos.

No me cuesta entender que millones de mexicanos hayan sido engañados por los medios de difusión masiva y, en un intento por sacar al PRI del gobierno hayan llevado al poder a un candidato cuyas mejores frases eran simplemente monosílabos. No soy el primero en decir que no ganó el PAN, sino que perdió el PRI. Quizás me hace un poco de ruido que en 2006 trece millones de compatriotas hayan ratificado a este partido en el poder, después del fracaso rotundo de Fox; pero nuevamente, se trató de unas elecciones eminentemente mediáticas y carentes de ideología.

El punto es ¿cómo es posible que los grupos de poder que efectivamente controlan el país hayan permitido a un individuo tan limitado llegar a la posición de presidente de la república? Me cuesta trabajo creer que los grandes empresarios, los políticos poderosos y hasta el gobierno de EE UU hayan elegido al menos afortunado en cuanto a inteligencia de los prospectos. Para poder ofrecer una hipótesis debemos dejar de lado la parte anecdótica y observar las cosas de una perspectiva más sistémica y son varios los hechos que debemos tomar en cuenta.

Primero. Durante el sexenio de un político que aún goza de poder, Carlos Salinas de Gortari, se hizo la modificación constitucional que permitía que un hijo de extranjero pudiera ser presidente de la república. En su momento, los medios desviaron la atención hacía un miembro del PRI que posteriormente fue perdiendo visibilidad política.

Segundo. Manuel Barlett ha afirmado que sí hubo un pacto para entregar el poder al PAN en el año 2000 y que dicho acuerdo fue llevado a cabo en el sexenio de Salinas de Gortari. Salinas provenía de una elección abiertamente fraudulenta y ya era notable el rechazo de la población a su partido político, el PRI. El grupo en el poder sabía que la situación no sería sostenible, no obstante el asesinato de cientos de opositores en ese sexenio. Tanto la derecha negociadora, el PAN, así como los grupos de centro escindidos del PRI y la izquierda moderada, agrupados en torno a Cuauhtémoc Cardenas, estaban en posibilidades de capitalizar el descontento popular y el descrédito del partido en el poder. Salinas tenía que negociar la alternancia con un grupo que asegurara la continuidad del modelo económico y social: el PAN. El acuerdo se selló cuando el candidato de la derecha, Diego Fernández de Ceballos, tiró a la basura su triunfo contundente en el debate televisivo durante las elecciones presidenciales de 1994 y le cedió el lugar al que sería el último candidato vencedor consecutivo del PRI, Ernesto Zedillo.

A Salinas se la ha calificado de maquiavélico y no sé hasta donde esto se válido, pero lo que sí es cierto es que no actúa fuera de una estrategia. La alternancia la pactó de tal forma que el candidato vencedor derechista no fuera un panista de gran inteligencia; así que eligió al menos peligroso, al más manipulable: un empresario poco exitoso que no pudo conservar su puesto en la empresa Coca-Cola, Vicente Fox Quezada.

Una broma recurrente entre grupos de amigos que se reúnen a conversar en una cantina es que frente la pregunta de quién va a pagar la cuenta, se ubica a uno de ellos que esté distraído y proponen: “que pague el más pendejo”. En cuanto se da cuenta la víctima, protesta de manera efusiva: “¿y yo por qué?”. Cualquier coincidencia con el contexto político mexicano no es casualidad, ya es parte de nuestra historia.