domingo, 17 de mayo de 2009

Impunidad que no se desmiente

Como si la realidad se enneciara en confirmar las declaraciones del expresidente mexicano Miguel de la Madrid, en el sentido de que la impunidad es una característica necesaria para el funcionamiento del aparato político de este país, el Sábado 16 de mayo un comando armado toma una cárcel en Zacatecas y se lleva tranquilamente a 53 presos.
Después de que Miguel de la Madrid tuvo que autodenigrarse para evitar la furia de Carlos Salinas de Gortari, aduciendo una suerte de demencia senil, la realidad del país nos demuestra la certeza de sus palabras cuando nos enteramos que un comando de 80 hombres armados puede desplazarse a bordo de 17 camionetas sin que nadie, ni siquiera el ejército, los note y trate de detenerlos. Incluso contaron con el apoyo de un helicóptero que ni la fuerza aérea ni las autoridades de aviación civil pudieron o quisieron detectar.
Tratemos de ser amables con el ejército y las policías que pudieron encontrar de pronto al comando, supongamos que fueron ingenuos y que los dejaron continuar porque llevaban uniformes e insignias de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI). Esto no hace sino reforzar las declaraciones del expresidente: si eres o aparentas ser un miembro de la AFI, estás exento de revisiones y de las vejaciones a las que estamos sujetos el resto de los mexicanos cuando recorremos el país por carretera. Claro, dije tratando de ser amables. Porque también son enteramente posibles los escenarios en los que los retenes del ejército y las policía que los encontraron estuvieran en complicidad con el comando armando; o que efectivamente se tratara de elementos de la Agencia Federal de Investigaciones del gobierno federal.
Para los que pasamos los setentas y los ochentas en barrios marginados, con trabajos en zonas fabriles como Naucalpan o Tlalnepantla, no suena nada descabellado que los otrora agentes judiciales (“judas”, en la jerga popular) ejerzan la delincuencia de manera ocasional o cotidiana. Asaltos, secuestros exprés, acusaciones falsas, violaciones y homicidios conformaban parte de las actividades y del poder de estos individuos. Gran cantidad de aguinaldos de los obreros terminaban en los bolsillos de estos esforzados protectores de la comunidad. Ni siquiera los más duros de las bandas punks o de las pandillas de barrio se atrevían a tocarlos. Mucho menos que un ciudadano común de estas zonas se atreviera a acusarlos legalmente; pocos procesos contra ellos prosperaban, porque los “perjudiciales” (otro mote con que los conocía el pueblo) gozaban de una casi completa impunidad, que solo se rompía cuando tocaban a un miembro de las clases privilegiadas, a alguien con conexiones en la política, o no repartían el botín con sus jefes y comandantes.
Los tiempos han cambiado y ya no se llaman “judiciales”, sino AFIs en el caso federal; y ahora les piden cierto nivel académico (en el país con el nivel escolar más bajo de le OCDE). Sin embargo, no es infrecuente que estos nuevos agentes aparezcan protagonizando delitos como el secuestro del hijo del acaudalado empresario Martí, o en la nómina del crimen organizado. Basta leer los periódicos para corroborarlo; y no solo La Jornada, que los panistas califican de “izquierdista”, sino cualquiera, incluso los especializados en la nota roja.
Parafraseando a nuestro Eliot Ness tercermundista en su desplante de desprecio hacía las leyes electorales, “haiga sido como haiga sido” que el nutrido comando armado logró cruzar retenes y tomar la prisión, el factor común en todos los escenarios posibles es la impunidad y el fuero de facto que gozan los miembros de la Agencia Federal de Investigaciones. Así es difícil minusvalorar las declaraciones de Miguel de la Madrid.

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