sábado, 25 de octubre de 2008

Legalización de la Marihuana

"Cuni cuni, cantaba la rana
Y echaba las coplas de la marihuana"
(Canción tradicional mexicana)

Seguramente como una medida para recuperar la atención, después de protagonizar sendas y encarnizadas luchas intestinas por el control de sus respectivos partidos, miembros de las corrientes vencedoras han planteado la legalización de la marihuana. Primero el Partido Social Democrata, que dejo el nombre de Alternativa, hizo una declaración en este sentido y logró cierta atención de los medios.
Quien sí consiguió más reflectores fue Víctor Hugo Círigo, asambleísta del D.F. por el PRD que el 14 de octubre propuso que la Asamblea aprobara reformas a la Ley General de Salud que permitieran el uso de la mariguana, desde su siembra, consumo y transporte, hasta la existencia de negocios donde pueda ser vendida, así como el fomento de su aplicación en tratamientos terapéuticos. Si el pleno llegara a aprobar la propuesta, ésta deberá ser llevada al Congreso de la Unión pues es la única instancia del gobierno con atribuciones para modificar la Ley General de Salud. Si bien la mayoría perredista en la Asamblea Legislativa del D.F. hace imaginable que en esta instancia se apruebe la propuesta, las posibilidades se reducen de manera abrupta en las cámaras de diputados y senadores. ¿De veras cree el asambleísta que el PRI y el PAN, tan beneficiados por la ilegalidad de esta yerba, tanto por el narcotráfico como por la supuesta guerra en contra de él, van a permitir que este vegetal se legalice?
Quizás pueda aportar algo a la respuesta el hecho de que Víctor Hugo Círigo es miembro de la corriente Nueva Izquierda o “Los Chuchos” que hoy ha tomado el control del PRD. Este grupo se formó con los ex miembros de un partido (PST primero y PFCRN al final) creado por el inefable Luis Echeverría Álvarez en los años setentas para contrarrestar la fuerza del naciente Partido Mexicano de los Trabajadores. Es la misma corriente que propuso y aprobó las alianzas del partido de “izquierda” con el PAN y el PRI.
El argumento central del asambleísta respondía a la tozudez con que el gobierno federal insiste en utilizar únicamente la violencia para atacar al narcotráfico, sin buscar golpear su estructura financiera. Círigo afirma que de aprobarse la propuesta “se les pegaría en sus ganancias” y muchos reporteros tradujeron esto libremente como que se atacarían las finanzas del narcotráfico. En todo caso, se les quitaría una línea de negocio a estos emprendedores; sus finanzas se sostendrán en tanto el gobierno no ataque a sus empresas de lavado de dinero, cosa que vemos muy lejana e inexplicable (o explicable en demasía).
Apenas se había anunciado la presentación de la propuesta cuando las voces más progresistas del país como el PRI, la Iglesia Católica y sus voceros oficiosos en los medios de difusión masiva (televisión, radio y periódicos) desgarraban sus vestiduras ante un simple anuncio. Dentro del PRD, tanto la corriente rival (Izquierda Unida) como el Jefe de Gobierno del D.F. se manifestaron en contra, coincidiendo en sus argumentos con el PRI y el PAN; que la legalización no iba a disminuir el consumo sino a aumentarlo. Probablemente Izquierda Unida lo hizo como una manera de golpear a su enemigo interno y por otra parte evitando arriesgar su escaso capital político en una guerra mediática contra los conservadores. De Marcelo Ebrard no extrañó su posición, pues siempre se ha manifestado partidario de la onda policial.
Lo grave del asunto es que entre ese mar de declaraciones tanto de oportunistas como de conservadores, no supimos de información confiable proveniente de investigadores y de expertos. Los locutores y reportes, sempiternos faltos de conocimientos, solo divulgaban mitos e imprecisiones. Incluso, hubo uno que entrevistó a un perredista y le preguntaba por qué ahora sí estaban de acuerdo con lo que anteriormente había propuesto el pintoresco Vicente Fox. Fox jamás propuso legalizar la marihuana, sino solo despenalizar el portar de cantidades pequeñas para el propio consumo con la condición de que el portador se declarara “adicto”. La iniciativa se aprobó pero fue vetada por el propio Fox cuando el gobierno gringo le reclamó “legalizar el consumo”. Conservadores con doble moral, los gringos tienen este esquema en su territorio, pero ordenaron al abyecto Fox que no lo aplicara en México. Tan conservadora es esta iniciativa que Calderón la retomó hace apenas unos meses, para la desmemoria de nuestros locutores.
El problema con la iniciativa pro-gringa de Fox, retomada por Calderón es que exige que el consumidor recreativo de marihuana acepte la etiqueta de “adicto” para poder ejercer su hábito. Imaginemos que, tocamos madera, algo similar se aplicara al caso del alcohol; que todos los que acompañan su comida con un copa de vino tinto o que se toman tres tragos en la sesión del dominó los días Viernes, tuvieran que declararse adictos al alcohol para poder beber o comprar una botella y llevarla a su casa.
En lo personal no encuentro muchos motivos para mantener a la marihuana en la ilegalidad; quizás porque al no ser narcotraficante ni policía o militar vendedor de protección, ni político que viva del terror de los ciudadanos, no obtengo ningún beneficio de la prohibición. Tampoco me espanta su legalización cuando hay drogas más dañinas legalmente disponibles en casi todos los restaurantes (bueno, el tabaco ya no se permite en todos esos lugares, pero el panista Fernández de Ceballos ya está buscando revertir un poco esta situación para que mientras comamos un platillo exquisito, podamos gozar del humo del vecino). No conozco casos documentados de accidentes automovilísticos o crímenes ocasionados por el consumo exclusivo de la marihuana; cuando esta hierba se encuentra entre el menú del causante de un tragedia, va siempre acompañada de cantidades pantagruélicas de una droga legal, el alcohol.
No tengo noticia de estudios serios que indiquen que la marihuana es una droga más dañina que el alcohol y el tabaco. Quizás, como con el caso del petróleo, sería conveniente tener un foro con expertos que ilustraran a los congresistas y a nosotros sobre el asunto. Mientras, la marihuana se consume de cualquier modo y si alguien quiere fumarla tendrá que tratar necesariamente con narcomenudistas, que también venden cocaína, éxtasis, LSD y drogas más potentes y destructivas. Peor aún, contra las voces desinformadas (o desinformadoras) que afirman que el consumo de la marihuana está aumentando y que su legalización propulsaría más este fenómeno, está la triste realidad de que las drogas que han aumentado su incidencia entre nuestra juventud son la cocaína, las pastillas, y los inhalantes que se consiguen en cualquier tlapalería. Incluso el limpiador de computadoras está siendo utilizado por los estudiantes de secundaria de clase media para evadirse de vidas vacías.
¿Qué importa si la marihuana es ilegal mientras los adolescentes pueden comprar limpiador de computadoras en un supermercado? ¿A los que se desgarran las vestiduras con la propuesta oportunista de estos políticos, les preocuparía investigar la razón de que tantas personas usen drogas, legales e ilegales? ¿que jóvenes de todas las clase tenga que llenar sus vidas con psicotrópicos que van desde las caguamas hasta las drogas ilegales y las industriales? ¿O prefieren que las drogas sigan siendo utilizadas para llenar el vacío existencial, pero de manera ilegal para que el narcotráfico siga siendo la actividad más redituable de nuestra subdesarrollada economía?
La propuesta del PRD, si bien no ha sido lanzada con la idea de que se apruebe en el Congreso de la Unión, tampoco es tan radical como para imaginar que pronto la marihuana cosechará multitudes de adictos, que veremos gente fumándola en cada esquina. Tan solo proponen que se consuma en lugares cerrados, en los que no se venda alcohol ni se permita la entrada a menores de edad; prohíbe que se consuma en la calle y permite que se porten dosis personales, así como el cultivo en casa y, lo más importante, su uso medicinal.
Con la clara consciencia de que no se va a aprobar la iniciativa, vale comentar que en el caso hipotético de que así fuera, la legalización de esta hierba permitiría al gobierno controlar su mercadeo como suponemos que controla el alcohol y el tabaco. Adicionalmente, sería posible trasmutar las jugosas ganancias que actualmente le sacan los narcotraficantes en impuestos auditables, útiles para los rubros de la salud y la educación. El asunto de la adicción es más profundo y no depende de la legalidad o ilegalidad de una droga; así como tenemos conocidos que saben disfrutar un buen vino tinto sin emborracharse o un habano sin molestar al prójimo con el humo, también conocemos a otros que pueden probar una cerveza sin parar hasta llegar al nivel de inconsciencia o los que fuman con sus hijos a un lado.
La marihuana, como otras drogas, tiene usos recreativos y medicinales. El uso medicinal debe ser controlado por médicos. Por lo que toca al recreativo siempre queda el riesgo de que, al igual que con el alcohol y el tabaco, consumidores no educados fumen de más o se hagan adictos psicológicos. Esas políticas educativas que tanto necesitamos para reducir el abuso y las adicciones al alcohol y al tabaco, también serian necesarias en al caso hipotético de la legalización de la marihuana.
El tema de la adicción es más profundo y valdría la pena escuchar a expertos en el tema: psicólogos, psiquiatras, médicos, sociólogos; en lugar de la ignorancia evidente de los locutores y voceros de la mass media. Si tanto nos preocupan las adicciones (y no solo a la marihuana) cabría preguntarnos que clase de sociedad estamos construyendo que empuja a sus miembros a llenar sus vacías vidas con alcohol, tabaco, juego, televisión, Internet, relaciones destructivas y drogas ilegales. Qué clase de sociedad, en la que se valora más el poder económico que la sabiduría y en la que se aplaude la corrupción y el abuso, y se equipara la honestidad con la cobardía y la estupidez.
La marihuana fue legal en México, y en muchos países del mundo, hasta parte del siglo pasado. Obviamente, durante ese tiempo no se tuvieron noticias de narcotraficantes descabezando personas en pleitos por las rutas. Por lo que toca a su consumo como problema de salud pública era inexistente.
De tan tibia, la iniciativa ni siquiera manifiesta la razón primigenia para la legalización de las drogas que sí ha sido esgrimida en Europa: el derecho del ser humano a su propio cuerpo. El propio cuerpo es un área sobre la que, desde una perspectiva ética, no tiene autoridad el estado. Y eso abarca no solo el uso de sustancias psicotrópicas, sino el derecho a ejercer la sexualidad como cada quien desee. Para los que manejan el lugar común de la libertad que se transforma en libertinaje, el límite es preciso y fue enunciado de manera magistral hace más de 100 años por un indio mexicano: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.

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