miércoles, 15 de octubre de 2008

Los cuatro pilares del narcotráfico

En las últimas semanas, frente a la embestida que el crimen organizado contra el estado, nuestra clase política ha hecho declaraciones y propuestas que van desde las bárbaras puntadas del PRI y del Partido Verde Ecologista (el único partido “ecológico” conservador que hay en el mundo) acerca de instaurar la pena de muerte hasta las oportunistas propuestas del Partido Social Demócrata y de la corriente Nueva Izquierda del PRD capitalino sobre la legalización de la marihuana.

Mientras tanto, los miembros del partido conservador (PAN) que ejercen el poder continúan con una guerra sin rumbo contra el narcotráfico que no ha reducido la oferta de drogas ilegales en EE UU ni en México, pero que sí ha recrudecido la violencia en nuestro país. Y cuando la sociedad se queja, nos dicen que esto va a durar todo el sexenio, que nos acostumbremos, y que no piensan renunciar.

Ante semejantes declaraciones, vale la pena explorar el fenómeno del narcotráfico. En un blog posterior trataremos el tema de la legalización de la marihuana.

El narcotráfico se apoya en cuatro pilares y la única forma de derrotarlo o al menos mitigar sus efectos es atacar esos cuatro pilares de manera simultánea. Nuestro gobierno se ha empañado en cambio en enfrentarlos precisamente por el flanco en que son más fuertes, la violencia. Por esta razón vale la pena revisar los cuatro aspectos de esta actividad ilícita.

La violencia.

Ciertamente el estado debe utilizar su poder coercitivo para contener las actividades del narcotráfico. Sin embargo, atacar únicamente este pilar es jugar el juego de los criminales y siempre termina en baños de sangre. Lo que está pasando en México ya pasó en Colombia y en Italia, aunque no con las dimensiones y brutalidad a las que nos han pedido que nos acostumbremos nuestras autoridades. Recordemos que los narcotraficantes no tienen nada que perder; desde el momento en que se enrolaron en esta actividad, dan por perdida su vida.

Adicionalmente, en nuestro país tenemos una simbiosis descarada entre los delincuentes y los cuerpos coercitivos del gobierno. Es emblemático que uno de los grupos más violentos de esta industria ilegal, “Los Zetas” se haya formado a partir de cuerpos de elite del ejército. Y a nadie le extraña que entre las bandas de delincuentes militen ex policías, policías en activo y hasta agentes del ministerio público.

Por desgracia, nuestro presidente ha decidido que la lucha contra estos negocios ilícitos se componga únicamente una guerra sin plan ante un enemigo evasivo y a la vez omnipresente, para obtener la fuerza política que sus dos predecesores obtuvieron de las urnas.

El poder financiero y económico.

El narcotráfico es eminentemente un negocio, por cierto uno de los pocos que ejecuta a carta cabal mantras de la administración moderna como el de Just-in-time. Sus operaciones buscan la obtención de dinero en grandes cantidades y de manera más rápida que los negocios legales; lo demás lo justifica en función de este objetivo. Por eso, golpear sus estructuras financieras es un arma efectiva y contundente en su contra. De hecho, la DEA tiene bloqueadas cuentas de muchas empresas mexicanas en EE UU y ha solicitado al gobierno mexicano que haga lo mismo con compañías establecidas en nuestro país sospechosas de lavar ganancias del narcotráfico.

Sin poder financiero, el narcotráfico pierde mucho de su poder y se vuelve poco atractivo. De manera inexplicable (o explicable en demasía), las autoridades mexicanas que prisa tienen en extraditar mexicanos no han hecho gran caso a estas peticiones; a menos que aprehender a una señora sin guardaespaldas en un restaurante haya colapsado las actividades del narco, pero sabemos que no ha sido así.

La pobreza.

Nuestro país tiene al segundo hombre más rico del mundo y a decenas de millones en la pobreza. Por nuestras calles pasean autos de lujo frente a familias que tienen que sobrevivir con menos de cien devaluados pesos diarios.

Mientras las posibilidades de acceder a un nivel de vida digno de manera legal sean ofensivamente despreciables (en su acepción estadística) para la mayoría de la población, el incorporarse a actividades ilícitas seguirá siendo atractivo. No importa si se trata del narcotráfico, los secuestros o la piratería. Hay más dinero que en un empleo, si es que lo consiguen.

La impunidad.

Asociado al punto anterior está el hecho de que es estadísticamente improbable que el culpable de un delito sea condenado en nuestro país. Por ejemplo, de cien homicidios, solo cinco llegan a tribunales. En el caso del narcotráfico, los locutores de la mass media nos hablan de cerca de 6,000 detenidos en este sexenio por los llamados delitos contra la salud (lo que implica 2 detenidos por cada muerto en el mismo período, vaya costo). .

La pregunta es cuántos de estos fueron procesados; y de ese pequeño número cuántos son condenados; y de esa otra irrisoria cantidad ¿cuántos realmente purgan su condena y no viven a cuerpo de rey continuando sus actividades delictivas dentro de la prisión? Policías corruptos, averiguaciones previas mal integradas, jueces benévolos y cárceles amables son algunas de las causas de que los delincuentes trabajen sin preocupaciones.

Combinando la pequeñísima probabilidad de acceder a un nivel de vida digno con la también diminuta posibilidad de ser condenado por ejercer el narcotráfico, se entiende la facilidad con que estos grupos pueden integrar sus filas con miles de desposeídos que ven en esto su única oportunidad de hacer dinero y gozar de la vida como los poderosos.

Por si fuera poco, cínicamente aplaudimos a los ladrones de cuello blanco y no nos extraña en absoluto que muchos de ellos jamás paguen por sus delitos. Ejemplos sobran: el Pemexgate y los hijastros de Vicente Fox.

Atacar solo uno de los sostenes del narcotráfico es hacerles el juego. Calderón cree que necesita del apoyo del ejército y de impactos mediáticos para sostener su presidencia y ha llevado al país a un baño de sangre que lejos debilitar al narcotráfico, lo ha hecho más violento. Su presidencia es un hecho jurídico y hasta el PRD lo sabe, ¿por qué continua con su campaña de legitimización tan a destiempo? No sabemos de crisis de oferta de drogas en EE UU, ¿verdad? Los narcotraficantes siguen cruzando sus mercancías mientras el país se vuelve más peligroso para el ciudadano común.

¿Por qué el gobierno federal no ataca los otros tres pilares del narcotráfico? Hay muchas respuestas posibles y las más de ellas son odiosas

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