miércoles, 27 de junio de 2018

Ciudades Inteligentes y Orientación Social de la Política Local


Antecedentes.

En un foro reciente, que reunía a interesados en analítica de datos, acudió la fundadora del Laboratorio para la Ciudad de México. Entre otras innovaciones presentó una estrategia de aprovechamiento de los datos, que iba desde una inventario de fuentes datos y una iniciativa de datos abiertos, hasta  algunas aplicaciones móviles interesantes que explotaban y producían datos de utilidad (Gómez-Mont, 2018). Interesado por esos avances, le pregunté cuándo creía ella que la Ciudad de México se transformaría en una ciudad inteligente. Su respuesta me sorprendió en un principio, quizás porque estábamos en un ambiente en el que los datos eran las estrellas de la tarde. Y es que respondió que estaba en desacuerdo con esa tendencia, por el enfoque empresarial y de rentabilidad que este concepto tenía, en detrimento de las cuestiones sociales.

Problemática

Pareciera un contrasentido que, con la complejidad de la Ciudad de México y la cantidad y dimensión de los problemas que se tienen, haya una resistencia al uso de los datos para hacerla más funcional y amable, con un uso más eficiente del tiempo y de los recursos. Sin embargo, una investigación bibliográfica arrojó resultados poco halagüeños sobre la aplicación del concepto de ciudades inteligentes. Por ejemplo, en una revista de la Universidad de las Naciones Unidas, (Sengupta, y otros, 2017) señalan que el potencial de las ciudades inteligentes para hacer contribuciones significativas a la agenda de sostenibilidad urbana no se ha materializado. Como una de las limitantes de estas iniciativas, destacan el hecho de que la mayoría de ellas están basadas en un modelo empresarial y de que están orientadas a las eficiencias de costo. Por su parte, (G. Hollands, 2015) enumera algunas iniciativas y describe la participación definitoria de grandes corporaciones de tecnologías de información y comunicaciones (TIC) y de desarrollo inmobiliario. Es el caso de Nueva Songdo, Corea del Sur, con la participación de Cisco.

Del análisis de estos trabajos se desprende que:
1.       El liderazgo de estos programas y de los proyectos asociados ha sido dejado a empresas privadas que, como sería de esperarse, priorizan la rentabilidad y la venta de sus productos y servicios.
2.       El enfoque, y por ende las metas y objetivos, están en función de la eficiencia de costo, sin considerar el beneficio social. Esto va muy en concordancia con el punto anterior, en el contexto del neoliberalismo, y de una preponderancia de métricas macroeconómicas, sin reparar en las variables sociales, ni cuantitativas ni cualitativas.
3.       La tecnología ha sido transformada un fin en si mismo, en lugar de ser una herramienta para fines específicos de la ciudad (Branchi, Matías, & Fernandez, 2103).

La primera pregunta que bien en mente es si el problema proviene del concepto mismo de ciudades inteligentes o de su aplicación. Vale entonces investigar qué son las ciudades inteligentes. Por una parte, (Celino & Kotoulas, 2013) las definen como aquellas ciudades que pueden “procesar efectivamente información incorporada a redes informáticas para mejorar los resultados de cualquier aspecto de la operación de la ciudad”. Esa información debe hacerse visible como va surgiendo, tanto al gobierno, como a las empresas y los ciudadanos. De acuerdo a estos autores, la finalidad es optimar la administración de la energía, el agua, el tránsito, la seguridad pública y la atención de emergencias. No mencionan que entre los objetivos estén los asuntos de la desigualdad social, la marginación, o bien otros pendientes sociales de las ciudades con sus habitantes.   

Si bien, de la revisión  de la literatura se desprende que la resistencia de la ponente, y de otras personas, a la aplicación del concepto de ciudades inteligentes tiene fundamentos documentados, tampoco puede ser conveniente continuar con el diseño e implementación de políticas públicas, y de otros aspectos de la administración de las ciudades, de la manera en que se ha hecho hasta ahora, al menos en México. A saber:
·         Con preminencia de la cuestión política sobre la eficacia de las acciones, la eficiencia en el uso de los recursos y, con frecuencia, sobre el beneficio social;
·         Priorizando los problemas de acuerdo al poder de los diferentes actores políticos, por su posicionamiento, por su pertenencia a un grupo o por su capacidad de movilización,
·         Y en todo caso tomando las decisiones con información incompleta, sin análisis predictivo ni ejercicios de simulación previos.

Pareciera que hay una oposición entre el concepto de ciudades inteligentes y la misión de mejorar la calidad de vida en las ciudades, de atender las cuestiones sociales y de proporcionar bienestar a la población que se plantean algunos gobiernos, particularmente los de centro y los de izquierda. Sin embargo, desde la perspectiva tecnológica, un modelo en el que se tomen decisiones basadas en datos, en el que realice un ejercicio eficaz del presupuesto y un aprovechamiento eficiente de los recursos, no excluye necesariamente la atención de las cuestiones sociales y de los ciudadanos en tanto seres humanos.

Planteamiento de solución

La siguiente pregunta que surge es si es posible aprovechar las tecnologías de información, particularmente la analítica o ciencia de datos, para mejorar el funcionamiento de las ciudades, atendiendo tanto el aspecto social como el uso eficiente y sostenible de los recursos. A propósito se ha excluido el concepto de balance entre lo social y la eficiencia, pues es materia de otras disciplinas y, si se asumiera una definición de dicho balance, se limitaría la posible aplicabilidad de este trabajo.
La propuesta es atender las situaciones halladas en la bibliografía. Por lo que toca al liderazgo de estos programas y a riesgo de limitar la aplicabilidad a gobiernos de centro o de izquierda, es importante evitar que sean empresas o grupos de poder los que lideren este tipo de programas. Tanto las empresas como los grupos de poder tienen intereses particulares, económicos y políticos, que pueden sesgar la orientación del programa. No es éste el lugar para condenar o aplaudir que estas entidades se guíen por criterios ajenos a lo social, pero sí debe reconocerse como un hecho de la realidad que tanto unas como los otros se crearon con sus propias finalidades específicas, y que pueden contraponerse en varios momentos. Está fuera de toda objetividad esperar que, asumiendo el liderazgo de estos programas, pongan en último lugar sus propios intereses. En consecuencia, el liderazgo de estos programas debe ser asumido por entidades estatales que sean responsables de los resultados, con una instancia de supervisión ciudadana continua. Esto permitiría el aprovechamiento de tecnologías de ciudades inteligentes, sin condicionar la orientación del programa, y sin asociar el funcionamiento de la ciudad a las metas de negocio de una empresa.
No debe olvidarse tampoco que los datos tienen un valor como activo de la ciudad, que pueden utilizarse con otros fines, y que pueden contener información confidencial e incluso de seguridad pública. Por ende, no pueden estar en manos de particulares a través de contratos de provisión de servicios o tercerización (outsourcing), pues se diluye la responsabilidad de un bien de alto valor. Si bien, los gobiernos pueden aprovechar el expertise de proveedores de tecnologías de información, en el caso de los datos, un bien valioso y estratégico, deben de contenerlos en esa categoría, la de proveedores de tecnología, y no de operadores de ella, que puedan manejar y disponer de datos y metadatos de la ciudad. Acaso en otras áreas sea posible contratar los servicios de proveedores, pero no sobre los datos y metadatos. Equivaldría a que un banco tercerizara el manejo de los billetes en sus bóvedas. Lo recomendable es que el gobierno local debe contar con personal que pueda operar la infraestructura de este programa.

Más  aún, los datos generados por los ciudadanos y útiles para el mejor funcionamiento de las ciudades deben considerarse un bien público y deben tratarse como tal. No pueden ser apropiados ni manejados por particulares; mucho menos ser explotados por empresas. Y esto no sólo es aplicable para los llamados datos personales, sino también para todos los datos generados por los sistemas de la ciudad o recabados como parte de los procesos de la administración pública. Si algo nos ha enseñado la ciencia de datos es que algunos de ellos, aparentemente circunstanciales, poseen un alto valor cuando son procesados de manera masiva. Por ejemplo, los datos extraídos de sensores de temperatura, de tránsito o de las cámaras de vigilancia, son de gran valor para mejorar la vida en la ciudad, pero también para la mercadotecnia de las empresas.

Por lo que toca a la preeminencia de las métricas macroeconómicas y las orientadas a la eficiencia sobre las cuestiones sociales de la ciudad, alguien con formación tecnócrata y neoliberal puede argumentar que las primeras se pueden medir y las segundas no. Con base en el adagio de que “sólo se puede controlar lo que se puede medir”, se prefiere trabajar con lo primero. Para reforzar este argumento, queda la experiencia de programas sociales con enfoque clientelar, que preservan la pobreza y que sólo sirvieron para enriquecer a funcionarios y empresarios corruptos.  No obstante, una revisión de la bibliografía sobre estudios cuantitativos en las ciencias sociales arroja una cantidad apreciable de indicadores y métodos para medir cuestiones sociales que pueden utilizarse, mutatis mutandis, en casos particulares. Más aún, existen métodos de mediciones cualitativas que pueden provecharse para medir el avance en cuestiones sociales. Estos saberes pueden aprovecharse para ampliar la medición del desempeño de un programa de ciudades inteligentes. Nuevamente, la participación de actores sociales desde espacios ajenos a las empresas y a sus cuotas de venta de sus productos. Dada la dificultad que las métricas pueden involucrar, es indispensable la participación de la academia, de asociaciones profesionales y de expertos en los temas a medir.

Posible Aplicación.

Si bien lo ideal es aplicar el concepto de ciudades inteligentes, con un enfoque combinado de cuestiones sociales y eficiencia en el uso de los recursos, a la Ciudad de México, debemos reconocer que su complejidad y dimensiones podrían complicar mucho el programa. Por lo que toca a sus alcaldías, no cuentan con la suficiente autonomía y recursos para ello.

Aplicarlo en un municipio pequeño podría enfrentar problemas presupuestales y, esperanzadoramente, quizás no sea ten necesario. Es posible que muchos municipios pequeños no tengan la complejidad y dimensión de problemas que amerite el uso de tecnologías que también pueden salir de su presupuesto. Es probable que por sus dimensiones y cohesión social, algunos municipios pequeños puedan bastarse con otras herramientas, como esquemas de usos y costumbres, autoridades comunitarias y respeto por la naturaleza.

En cambio, un municipio mediano, tiene una complejidad y problemas de tales dimensiones que reclaman la aplicación de tecnologías avanzadas. En este sentido y ante la alta probabilidad de que haya un cambio de gobierno en la periferia de la Ciudad de México, se propone implementar esta visión de ciudades inteligentes sin menoscabo de las cuestiones sociales en Ecatepec de Morelos. Muy probablemente, este ayuntamiento será presidido por Morena, un partido que enarbola banderas sociales. Por otra parte, el municipio se encuentra en quiebra económica y de seguridad, por lo que es urgente aprovechar las tecnologías de información para aplicar los recursos en resolución de problemas, en particular las de ciudades inteligentes para un eficiente aprovechamiento de los recursos en la resolución o mitigación de los problemas del municipio. Entre los argumentos de la propuesta están:
  • El municipio cuenta con dimensiones y complejidad tales que la aplicación de tecnologías de información asociadas al concepto de ciudades inteligentes.
  • El presupuesto del ayuntamiento puede cubrir la implementación, en diferentes plazos, de un programa de ciudades inteligentes.
  • Es altamente probable que el municipio sea gobernado los próximos tres años por un partido de izquierda que debería priorizar el desarrollo social, sin descuidar una administración pública eficiente y eficaz.
  • También es posible que algunos municipios aledaños, así como la misma Ciudad de México y algunas de sus alcaldías cercanas sean gobernadas también por la izquierda los próximos tres años, lo que permitiría la aplicación de una visión metropolitana a los problemas que, por su interrelación, comparten todos ellos.

El plan de gobierno del candidato de izquierda con mayores probabilidades de triunfo en las elecciones de 2018 de Ecatepec, debería incluir la implementación de un programa de ciudad inteligente, con las condiciones enumeradas líneas arriba. Se tienen grandes problemas en el municipio, ocasionados por el crecimiento caótico, por una serie de administraciones indolentes e incapaces, y por recursos limitados. Es imperativo acudir a tecnologías y técnicas que nos permitan solucionar o mitigar estos problemas de manera eficaz y eficiente, teniendo como prioridad el bienestar de la población, su calidad de vida y el desarrollo social. 

Conclusiones

Si bien puede sonar ingenuo decir que la tecnología es imparcial, pues es desarrollada por y propiedad de grandes empresas trasnacionales, no quiere decir que no podamos aplicarla en beneficio de la población de la ciudad.  El concepto de ciudades inteligentes puede traer grandes beneficios a los municipios mexicanos.

Ecatepec de Morelos representa una oportunidad de aplicación de estas tecnologías en bien de la población. No debería desperdiciarse la ocasión, particularmente cuando en 2018 está la oportunidad de un cambio de gobierno.

Trabajos Citados

Branchi, P., Matías, I., & Fernandez, C. (2103). Ciudad y Tecnología: al Servicio de las Personas. Greencities & Sostenibilidad: Inteligencia Aplicada a la sotenibilidad urbana.
Celino, I., & Kotoulas, S. (2013). Smart Cities. IEEE Internet Computing, 8-11.
G. Hollands, R. (2015). Critical interventions into the corporate smart city. (C. P. Society, Ed.) Cambridge Journal of Regions, Economy and Society(8), 61-77.
Gómez-Mont, G. (6 de Febrero de 2018). Laboratorio para la Ciudad. (C. I. Group, Ed.) Recuperado el 12 de Febrero de 2018, de Chief Data & Analytics Officer Mexico 2018: https://www.slideshare.net/Chief_Data_Officer_Forum/chief-data-analytics-officer-mexico-2018-gabriella-gomez
Sengupta, U., Doll, C. N., Gasparatos, A., Iossifova, D., Angeloudis, P., da Silva Baptista, M., . . . Oren, N. (2017). Sustainable Smart Cities: Applying Complexity Science to Achieve Urban Sustainability. (U. N. University, Ed.) PolicyBrief(12), 1-4.



1 comentario:

Unknown dijo...

Felicitó al Mtro León no solo por el elocuente discurso usado en este ensayo sino también por la propuesta que brinda sobre el tema.Esto último es prueba de una preocupación por mejorar el municipio de Ecatepec