Un factor presente y que no puede
obviarse en las elecciones recientes mexicanas, es el de la utilización de
herramientas informáticas; tanto por parte de las autoridades electorales, como
de los partidos y de los mismos ciudadanos. Sin embargo, es la clase política
dominante la que ha obtenido mayores beneficios del uso de la tecnología de
información en los procesos electorales.
La participación de la tecnología
de información (TI) en las elecciones mexicanas inicia, de manera relevante, en
los comicios presidenciales de 1988. Para ese proceso electoral, la Comisión
Federal Electoral, un órgano del estado encargado de ejecutar el proceso
electoral (juez y parte), utilizó una computadora marca Unisys, serie A,
diseñada para no fallar. A diferencia del mercado actual de computadoras
personales, en el que estamos acostumbrados a que con frecuencia se pasmen y
debamos reiniciarlas, el equipo adquirido por el gobierno mexicano era un mainframe, diseñado para no suspender su
funcionamiento, aún en condiciones de estrés. Componentes redundantes, recursos
reservados y otras técnicas permitían a estos equipos de cómputo llevar la
operación de grandes empresas, como bancos y trasnacionales, sin fallas
frecuentes o graves.
Extrañamente, cuando los
resultados de las casillas que se iban incorporando al total mostraban una
tendencia favorable al candidato opositor, Cuauhtémoc Cárdenas, el sistema se
“cayó”. El entonces secretario de gobernación, hoy senador del PT, salió a
declarar ante los medios la falla de un sistema de cómputo fabricado
especialmente para no fallar, como si se tratara de una pequeña computadora
personal de aquellos años. No sabemos de un dictamen pericial que explique qué
falló exactamente en el sistema de cómputo. Pero, para cuando el sistema se
“recuperó”, la tendencia cambió a favor del candidato oficial, con un inusual
patrón de comportamiento, que se ejemplifica en la siguiente gráfica:
El anterior patrón de
comportamiento de llegada de los resultados de las casillas al sistema, en
función del tiempo, se ha repetido, con nombres y números distintos, en
diferentes elecciones; al menos en las presidenciales de 2006 y en las de
gobernador del Estado de México en 2017. Además del patrón común, estos tres
procesos electorales comparten otras dos características:
- El uso de tecnología para acopiar y procesar los datos enviados por las casillas, y
- Un lapso en el que el sistema deja de actualizar los resultados totales.
En las elecciones presidenciales
de 2006, además del patrón mostrado, se dio tal cantidad de errores de
procesamiento de datos, que acumularon un margen de error superior a la
diferencia entre el candidato oficial y el de la oposición (Mochan, 2006) .
Las elecciones de 2006 también
inauguran el uso de tecnologías de información para apoyar técnicas de
mercadotecnia emocional, con la finalidad para mitigar la posibilidad del
triunfo del candidato opositor, Andrés Manuel López Obrador, desde años antes
del inicio de la campaña. La clase política dominante (PAN, PRI y grupos
empresariales) optó por la táctica de sembrar miedo entre la población,
anunciando el advenimiento de grandes calamidades en caso de una eventual
victoria del PRD. Esta técnica de mercadotecnia emocional del miedo ya se había
utilizado en las elecciones presidenciales de 1994 contra Cuauhtémoc Cárdenas,
cuando en televisión se anunciaban violencia y devaluación si él ganaba las
elecciones; con tal efectividad que Ernesto Zedillo obtuvo diecisiete millones
de votos. La novedad es que, en 2006, además de los medios tradicionales, la
frase “es un peligro para México”, se difundió también profusamente a través de
medios digitales, como cadenas de correos electrónicos masivos (spam), sitios web y las incipientes
redes sociales.
Para 2012, el desarrollo de los
medios digitales permitió que grupos de ciudadanos, como #yosoy132, usaran las
redes sociales para externar sus opiniones y participar en el proceso electoral
de manera más activa. Para contrarrestar esto, la clase política dominante
contrató ejércitos de bots orgánicos
(seres humanos que, como robots, publican y replican mensajes en las redes
sociales cd manera masiva) para que opacaran en las tendencias de las redes
sociales, las muestras de inconformidad y las opiniones contrarias al régimen.
En las elecciones federales de
2015 hubo un retroceso, no sólo político, sino también tecnológico. El Partido
Verde utilizó una tecnología muy vieja (mensajes de texto SMS) para hacerle
propaganda, en periodo de veda electoral, a la alianza que llevaba con el PRI.
Si bien estos mensajes son relativamente fáciles de rastrear, pues provienen de
un número telefónico asociado a una persona, y de un equipo telefónico que
continuamente está indicando al proveedor del servicio su ubicación física (en
qué celda de la red se encuentra), no sabemos de sanciones por la comisión de
este delito electoral.
Más recientemente, la TI les ha
permitido utilizar bots inorgánicos
(programas de software para replicar masivamente mensajes en las redes sociales)
que opacan las tendencias adversas el gobierno y sus aliados, y que permiten
ejecutar ataques coordinados contra la imagen pública y la presencia digital de
los opositores. Incluso, permiten suplantar identidades y generar falsos
debates entre los grupos opositores. Un ejemplo: hace unos meses hubo un
supuesto enfrentamiento con bots
inorgánicos en las redes sociales entre Morena y Ahora. Cabe mencionar que este
tipo de acciones no son baratas; se requiere de recursos económicos que
difícilmente tienen a su alcance estas organizaciones.
De cualquier modo, el partido
oficial y sus aliados siguen valiéndose de la tecnología de información para
reducir a sus opositores. Las elecciones de 2017 no estuvieron exentas de
ataques a la imagen de los candidatos opositores a través de Internet y, en
especial, de las redes sociales. Al final de la jornada electoral, nuevamente
el sistema dejo de enviar resultados cuando se mostraba una tendencia favorable
a la candidata de oposición, Delfina Gómez. Cuando el sistema “regresó”, la tendencia
cambió a favor del candidato oficial, del PRI. De hecho, el comportamiento del sistema
fue tan poco confiable, que llegó a mostrar una participación ciudadana varias
veces arriba del cien por ciento.
El autor percibe una correlación
cualitativa entre el uso de tecnologías de información más avanzadas y la
refinación de las técnicas de fraude electoral, así como su extensión en tiempo
(antes y después de la jornada electoral). Valdría la pena profundizar para
determinar en qué medida las tecnologías de información cada vez más avanzadas
(y más caras) facilitan la ejecución del fraude electoral y disminuyen la
autenticidad de las elecciones. Esto contra el supuesto optimista de que las
nuevas tecnologías de información (en particular las redes sociales y el acceso
a Internet) apoyan la democratización mexicana.
Otro paso de investigación
ulterior, sugerido por el autor, tiene que ver con tecnologías emergentes que podrían
facilitar esta correlación; o bien, inhibirla. De particular importancia son
aquellas tecnologías que facilitan el anonimato, como el caso de la llamada dark web; las que permiten “esclavizar”
computadoras ajenas en varias regiones del mundo para orquestar ataques y
difusión masiva de mensajes; así como el procesamiento masivo (big data) la enorme cantidad de
información que los ciudadanos ponen a disposición de los proveedores de
servicios de redes sociales.
Trabajos citados
Mochan, W. L. (Octubre - Diciembre de 2006).
Incertidumbre y Errores en las Elecciones de 2006. (C. C. Trueba, Ed.) Ciencias,
38-49.
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