viernes, 7 de octubre de 2016

LA RESPONSABILIDAD DE LA IZQUIERDA


Como buen candidato a la tercera edad, he tenido la tentación de hojear (más bien, ojear) las publicaciones de mis contactos en Facebook y “reaccionar” (sic, pues eso dice la sección de notificaciones) con diferentes íconos (emoticones, sic). Hacerlo podría ayudarme a no sentirme tan viejo, pues algo similar hacen los jóvenes, miembros y no del grupo conocido como millenials, presionando botones en ésta y otras redes sociales, antes que participar efectivamente en los asuntos que nos afectan. De esta manera, podría transformarme en uno de esos viejitos amargados que se la pasan quejándose el gobierno y refrendando el poder del PRI y del PAN en cada elección, con su voto, efectivo o nulo, o con su abstención. Referirme con groserías a los políticos, especialmente junto a otros ancianos a los que tampoco les quedé mucho por vivir y, en consecuencia, les importe un comino el futuro de los que vienen atrás. Como descargo tendré que los jóvenes, quienes tendrán que cargar con el fracaso de país que les estamos heredando, tampoco se preocupan mucho por cambiar ese futuro. Realmente suena tentador convertirse en un viejito amargado y acrítico.

Pero, como mal candidato a la vejez espiritual (que ya tendré suficiente con la física), de pronto reflexiono el porqué de este desinterés generalizado por el futuro ¿Cuáles son los factores que han llevado a nuestra población, joven y vieja, a permitir que un pequeño grupo de políticos y empresarios decidan su futuro? ¿Por qué hombres, mujeres, obreros, campesinos, estudiantes, incluso empresarios, no intentan buscar un cambio que mejore sus condiciones de vida y de desarrollo?

La lista de factores que encontré en mi primer intento de reflexión incluían:
  • La cultura amo-esclavo, mencionada tantas veces por (Mojarro, 1998), forjada a través de trescientos años de dominación española, y capitalizada por el PRI durante setenta años de paternalismo, corporativismo y asistencialismo;
  • La debilitación progresiva de la capacidad de análisis y de crítica de los ciudadanos mexicanos, gracias a los oficios de una secretaría de educación oficial controlada por un gobierno autoritario y un sindicato emblemático de la corrupción (SNTE), y de una secretaría de educación de facto, en la persona de Televisa, que han acostumbrado al pueblo a una televisión para “jodidos” (Monsiváis, 1993), para que el pueblo devalúe su propia imagen y en consecuencia su nivel de exigencia en todos los ámbitos, incluyendo la política y su poder adquisitivo.

Sin embargo, el factor que más me preocupa es el papel que la izquierda ha jugado en esta despolitización de la ciudadanía mexicana. ¿En qué medida la izquierda ha apoyado a la clase hegemónica para ahuyentar a los ciudadanos de la política, a abrir el margen de acción para que políticos del PRI y del PAN puedan operar sin mayores problemas? En pocos años, el PRD y otras organizaciones de izquierda han dado argumentos a esa frase gastada que disculpa a los ciudadanos por su pasividad ante la corrupción el atropello y el abuso de los poderosos: “todos los políticos son iguales”. Si bien es cierto que entre los políticos de izquierda también ha habido varios casos de corrupción (el defecto que más identifican los ciudadanos con la política), un pequeño análisis cuantitativo y comparativo nos llevaría a ver que su número y el importe de sus fechorías están muy lejos de lo que hacen sus homólogos del PRI y del PAN. De cualquier modo, los medios masivos de difusión, se encargan de amplificar los malos comportamientos de la izquierda y de minimizar los de la derecha.

Pero esto no es disculpa para juzgar el papel de la izquierda en este proceso de despolitización que refuerza uno de los mecanismos de dominación más importantes y primarios: la falta de participación de los ciudadanos en los asuntos políticos. La izquierda se alejó de los movimientos sociales y se enfocó en procesos electorales, acudiendo a las mismas prácticas que antes condenaba: acarreos, corporativismo, dádivas, toma de decisiones vertical, así como ausencia de debate y de reflexión crítica. El resultado no puede ser más lamentable: en los más de veinte años de existencia del PRD, se ha caído el poder adquisitivo de los trabajadores, se ha endurecido la represión para los movimientos radicales, se han establecido más mecanismos de control neoliberales en las empresas y en las universidades. Pero, aunque esto es grave y afecta de manera directa a la población, el problema mayor es que los instrumentos que se construyeron para defender al pueblo hoy están dispersos y más preocupados por alcanzar posiciones de poder que por cumplir con su misión original.

Adicionalmente, dentro de la compulsión por los votos, el PRD se ha aliado, y buscará hacerlo en el futuro, con el PAN, con el partido emblemático de la derecha, que comparte con el PRI un proyecto neoliberal. Nuevamente se dan argumentos al lugar común: “todos son iguales”. Ni siquiera pretenden mostrar diferencias ideológicas.

Si esto continua, el hartazgo de la gente crecerá y su falta de participación política se volverá endémica, condenando al país a un futuro de mediocridad y de injusticias. No extraña que el PRI, el PAN y las televisoras estén promoviendo esta despolitización; ese es su papel. Así es como ganan ellos. Pero ¿la izquierda? ¿Qué gana con esta entrega del poder de decidir el destino de México, a un pequeño grupo de políticos y de empresarios? Posiciones para algunos de ellos, acaso. Sin embargo, esa no es la tarea de la izquierda. No es convertirse en una agencia de empleo o en una bolsa en la que se negocien privilegios contra gobernabilidad. Es debilitar las estructuras de dominación (Villoro, 2007) que impiden el desarrollo de los seres humanos, y que los condenan a condiciones de vida mediocres o incluso miserables.

Por supuesto que la izquierda tiene una gran responsabilidad en el desencanto por la política y en la falta de participación ciudadana. Mayor que el PRI, el PAN y las televisoras. Porque ellos cumplen con su papel; no podíamos esperar otra cosa de la derecha. Es responsabilidad de la izquierda fomentar la participación política de los ciudadanos, al menos ejecutando las siguientes acciones:
  • Actuando de manera congruente cuando se ocupan posiciones de poder: sin corrupción, sin abusos, y trabajando para debilitar las estructuras de dominación.
  • Acercándose a las necesidades cotidianas y demandas urgentes de la población para apoyarlas en la resolución de estos problemas.
  • Formando comités de base que permitan la participación de los ciudadanos, primeramente en sus ámbitos inmediatos (la colonia, el trabajo, la escuela, el sindicato, el ejido, la asociación, el club, el equipo deportivo, etc.), y después en los espacios que también los afectan; entre ellos, los tres niveles de gobierno.

La izquierda mexicana no debe continuar apoyando a la derecha en su proyecto de despolitización de los ciudadanos. Tiene la responsabilidad de buscar lo opuesto: la participación política de todos. Aunque eso deje sin pretexto al viejito amargado y acrítico en que me pienso convertir. 

Trabajos citados

Mojarro, T. (1998). ¡Mis valedores! Al poder popular. México: Grijalbo.
Monsiváis, C. (15 de febrero de 1993). Televisa y la clase media. Proceso.
Villoro, L. (2007). Los retos de la sociedad por venir. Ensayos sobre justicia, democracia y multiculturalismo. México: Fondo de Cultura Económica.



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