martes, 5 de julio de 2011

Elecciones en el Estado de México. Reflexiones

Si bien los resultados de las elecciones confirman lo que se preveía de manera general y lo que indicaban las encuestas, es conveniente reflexionar sobre ellas pues a unas horas de cerradas las casillas, ya se escuchan voces emitiendo opiniones que merecen ser discutidas.

Una de ellas es la del líder del PRD en el Estado de México, Luis Sánchez, quien culpa a López Obrador de la derrota por no haber aceptado la alianza con su, al menos en el papel, antípoda ideológico, el PAN. Algo similar dice Marcelo Ebrard, ex empleado de Salinas en los noventas y promotor de traer a la Ciudad de México al alcalde derechista de Nueva York, Rudolph Giuliani.

Si los resultados difundidos por el PREP se confirman, la suma aritmética de los votos obtenidos por la malograda alianza no hubiera superado los obtenidos por el candidato del PRI. Los partidarios de la alianza podrán argumentar una posible sinergia cuyo resultado sería mayor a la suma de las partes, debido a que los ciudadanos indecisos la “verían con simpatía”. Sin embargo, también habría que restar algunos votos de militantes que, recalcitrantes o decepcionados, optarían por abstenerse o anular su voto. Y muchos de los indecisos, tampoco apoyarían una alianza en la que los participantes están renunciando a sus ideologías por ganar puestos en el gobierno. Difícilmente los resultados hubieran sido diferentes. Esto tira a la basura las declaraciones de Luis Sánchez y de Marcelo Ebrard y ubica a cada partido en su justa dimensión:

  • El abstencionismo como la mejor opción para el 57% de los mexiquenses.
  • El PRI con una cuarta de preferencia electoral en un estado al que controla de manera ancestral y magistral.
  • El PAN con una participación menor al 6%.
  • El PRD, con una presencia cada vez menor, y cada vez más lejos de la que tenía en 2006.

El PRI conservó, con apenas la cuarta parte de la preferencia ciudadana (descontado el abstencionismo), un estado al que ha gobernado y controlado desde hace décadas; en el que tiene su maquinaria electoral más fuerte. No ganó lo que no tenía; solo conservó lo que ya poseía; y a un costo enorme para el erario.

El PAN, que siempre ha sido un partido minoritario en el estado, enfocado a segmentos de ingresos medios y altos, ve su presencia disminuida en un estado con cada vez más pobres.

Por lo que toca al PRD, la realidad es que viene teniendo pésimos resultados en el Estado de México desde hace varias elecciones; y no en todas hubo una intervención de López Obrador u oposición a alianzas. Más bien habría que buscar las causas en las estructuras municipales y estatales de ese partido. Habría que revisar sus estrategias y la manera en que el partido se relaciona con la gente; así como las actitudes que sus dirigentes han asumido y permeado a los mandos medios.

Revisemos la estrategia electoral, al menos desde el fracaso en las elecciones municipales: se usaron todas las técnicas que por décadas se habían criticado en el PRI: acarreos, reparto de despensas, reparto de cuotas por cantidad de afiliados, voto corporativo, etc. ¿Qué había de diferente en el PRD del PRI? No mucho, quizás los documentos ideológicos, algunos cuadros que no habían aceptado el perfil electorero del partido, y una base de apoyo noble y amplia; una base de apoyo que no fue respetada y que fue cambiada por el voto corporativo de transportistas, tianguistas y colonos, lucrando con la necesidad de esa gente.

A esta estrategia que convirtió al PRD en una bolsa de trabajo, hay que agregar la vergonzante estrategia a nivel nacional de aceptar a cualquier priista que renunciara al PRI. Y cuando digo “cualquiera” me refiero que no se requería ser un priista que hubiera sido marginado por su lealtad a los principios básicos de ese partido; sino a cualquiera, corrupto o no, enemigo del PRD o no, que trajera consigo una buena cantidad de votos. Por supuesto que semejantes acciones desdibujaron seriamente el perfil popular del partido.

Para rematar la pérdida de identidad, la acomodaticia dirigencia del partido buscó alianzas pragmáticas con quien fuera: con el PRI para “sacar” al PAN del Ayuntamiento de San Miguel Allende, con el PAN para sacar al PRI de Oaxaca y de otros estados. Incluso se llegó, al menos en dos ocasiones, a la abyección de que, a horas del cierre de registro, ni el PAN ni el PRD tenían candidato a gobernador porque el presunto candidato ¡aún no renunciaba al PRI![i]

En resumen, ¿votar por el PRD es votar por la izquierda cuando se está votando por un priista? ¿cuando se está ayudando al PAN a salir de la debacle en que lo ha metido su dirigente por emprender una guerra estúpida y por el pésimo desempeño de la economía?

En asuntos como éste, la pregunta obligada es ¿para qué? Y nos lleva a cuestionar seriamente el papel del PRD: ¿para qué es el PRD? ¿Para ganar votos y puestos en la administración pública? ¿O para servir como instrumento de lucha del pueblo? Sé que la última frase suena muy trasnochada, pero de la inutilidad del PRD en este sentido, proviene que a la gente le de igual por el PRD que por el PAN o por el PRI; con la diferencia de que el PRI tiene acceso al presupuesto estatal y le alcanza para regalar media tonelada de cemento por cada voto.

La única manera de que el PRD recupere su presencia entre la gente es que se diferencie de los partidos a los que dice combatir: con acciones congruentes con la ideología que está impresa en sus documentos básicos. ¿Que una estrategia de este tipo hará más dificil el conseguir puestos para sus dirigentes? Cierto. Pero entonces tendrá la oportunidad de convertirse en un partido de verdad, en una opción, diferente a las demás, que la ciudadanía pueda escoger porque realmente convence y porque de manerea efectiva le es útil. Para otras cosas, ya esté el PRI.




[i] De hecho, existe la hipótesis de que Peña Nieto aceptó a Eruviel Ávila como candidato porque el ex-edil de Ecatepec andaba coqueteando con la malograda alianza PAN-PRD.

No hay comentarios: