– ¡Es una perra! – gritaron los niños
respondiendo a sus padres el porqué de tanto alboroto en la
calle.
– Ha
de andar en celo, por eso la buscan los perros –. Trató de explicar el papá de
uno de ellos.
– Pero
¡pobrecita! – intervino una de las señoras – Miren cómo la
están acorralando.
– No
servirá de nada, madre – le respondió arrastrando las sílabas finales, un muchacho que no era su hijo –.
Donde quiera que vaya, la van a estar correteando los perros, hasta que …
– ¿Hasta
que qué? – le preguntó la señora remarcando su molestia.
– Hasta
que sienta bonito, ¿no?
– ¡Ay, Brayan! ¿Cuándo entenderás? –
Intervino otra mujer; ella sí era su madre – ¡Échenles agua siquiera, por favor!
El muchacho fue por unas cubetas de agua junto
con los niños y, en medio de una lluvia de groserías, la arrojaron al grupo de
perros: Los machos salieron corriendo, en tanto que la hembra se quedó sola,
arrinconada y paralizada de miedo.
– ¡Órale! – gritó Brayan y, como la
perra seguía inmóvil y confundida, le dio una patada seca
en las costillas.
– ¡Basta! ¡Ya déjenla ir!
Por la tarde, cuando el sol había bajado detrás
de las casas de ladrillo gris, salieron a la tienda por un cigarro Brayan y su
novia, una chica morena de pelo rubio, que lucía de manera espléndida una
imitación de ropa de marca. Notaron que la perra seguía en la calle y, tras ella, una jauría de perros callejeros, mascotas de los vecinos.
– ¡Pinche perra no entiende! Seguro ya
le tocó y todavía quiere más.
– ¿Cómo crees, Brayan? – le dijo la
novia menor de edad, con un gesto de desagrado que de inmediato dio paso a una sonrisa, cuando
de pronto la perra cruzó la calle huyendo de
un macho que estaba a punto de montarla. Justo en ese momento, una camioneta de transporte público
pasaba a alta velocidad por la calle. El chofer no alcanzó a verla a tiempo
porque estaba entregando el cambio a un
pasajero, mientras mandaba mensajes por su teléfono móvil.
Enseguida del ruido de las llantas patinando por
el pavimento, se escuchó el crujir de la facia contra los huesos y las vísceras
del animal. El cuerpo de la perra fue lanzado al aire para terminar cayendo en
una baldosa, justo a un lado de donde observaban Brayan y su novia adolescente.
– ¡Mira lo que le pasó! – rompió en llanto la
niña vestida de mujer en traje de noche.
– ¡Ay, no manches! – la abrazó por
unos segundos, mientras hacía una mueca
hacia la hembra agonizante –. Si nomás es una perra.